Las Condecoraciones de Cuba y sus títulos honoríficos, son otorgadas por el Consejo de Estado, según la Estructura del Estado cubano.
Las condecoraciones cubanas se pueden clasificar por los períodos de la historia del país. La República fue prolífera en la acuñación de condecoraciones. Muchas de ellas se crearon con el fin de beneficiar económicamente a altas personalidades del gobierno. En este caso, se destacan las acuñadas en el gobierno de Fulgencio Batista, donde, además de crearse en número exagerado, él llegó a ser el presidente de la orden.
Entre las condecoraciones más destacadas durante la República, se pueden mencionar la Orden Nacional de Mérito Carlos Manuel de Céspedes, establecida en 1926 (la más importante de todas), la Orden del Mérito Militar (1912), la Orden del Mérito Naval (1912, la Orden Carlos J. Finlay (1928), la Orden de Mérito Intelectual José María Heredia (1941).
En la primera etapa después del triunfo de la Revolución de 1959, se entregaron condecoraciones a nombre del Consejo de Estado y de los sindicatos, pero estas fueron revocadas al crearse el Sistema de Condecoraciones y Títulos Honoríficos, según el Decreto Ley No. 30 de 10 de diciembre de 1979; en el mismo se ratificaron algunas y se crearon otras con nueva estructura...
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José Francisco Lacret Morlot (El Cobre, Santiago de Cuba, Oriente, 20 de diciembre de 1847 - La Habana, 24 de diciembre de 1904). Patriota cubano descendiente de familia francesa. General de División del Ejército Libertador. Combatió en la Guerra de los Diez Años (1868-1878) y en la Guerra del 95 (1895-1898). Ayudante de campo de Antonio Maceo, y protagonista junto a él en la Protesta de Baraguá. Fue miembro de la Asamblea Constituyente de La Yaya (1897), y la Asamblea Constituyente de 1901, donde votó contra la Enmienda Platt. Durante su vida se rigió por su lema preferido: "Todo por Cuba".
Hijo de un adinerado cafetalero francés de El Cobre, propiedad familiar dedicada al cultivo del café y la ganadería. Al estallar el Grito de Yara el 10 de octubre de 1868 y comenzar la guerra, Lacret se alzó a la tropa del mayor general Donato Mármol. En su primer combate fue herido en un tobillo, quejando afectado de por vida.
Al comenzar la Guerra del 95, Lacret se apresura a regresar a Cuba clandestinamente, para incorporarse a la lucha. Con este fin se disfrazó de sacerdote, rapándose la cabeza y afeitándose la barba. Así logró entrar a Cuba y irse al frente en el mismo tren del del Capitán General de Cuba Arsenio Martinez Campos.
En total en la región de Matanzas Lacret libró un total de 183 acciones combativas en 16 meses, con todo éxito. Sus tropas habían destruido, a finales de 1896, unos cien ingenios azucareros, burlando la presencia de más de 40 mil soldados españoles, siendo asecendido a General de División.
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