Antigua Vilardebó y Riera

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La Orden Nacional de Mérito Carlos Manuel de Céspedes, hecha por la casa Vilardebó y Riera
Otra famosa orden la Vilardebó y Riera, la Orden del Mérito Militar
Las señas de Vilardebó y Riera en el interior del estuche de una de las órdenes fabricadas por esta firma

Antigua Vilardebó y Riera fue una gran casa de orfebrería de Cuba, de renombre mundial, donde se manufacturaron casi todas Condecoraciones de Cuba de la época Republicana, hasta 1960.

Orígenes

A principios del Siglo XX llegó a Cuba un español nacido en Cataluña, de nombre Francisco Vilardebó, para intentar hacer fortuna en La Habana.

Siendo un hombre de talento e iniciativa, en 1918 se decidió a abrir una casa de joyería en la capital cubana. En sus comienzos la empresa de Vilardebó importaba medallas de España y Francia, a petición del Estado cubano e instituciones privadas. Su éxito lo incitó a abrir un taller de orfebrería propio, en la calle Cárdenas, entre Gloria y Apodaca, actual Centro Habana. Este éxito inicial se debía en buena parte, al trabajo profesional de su discípulo y orfebre Emilio Riera, descendiente también de catalanes. Emilio comenzó en la década de 1920 a manufacturar las piezas, con tal calidad, que no solo dieron prestigio a la casa, sino que también sustituyeron las europeas.

El trabajo de estos artistas se destacaba tanto por su belleza y calidad, que pronto se abrieron paso entre las diferentes compañías existentes en la época, como Freeman, La Estrella de Italia, Santos Verdún y otras. En poco tiempo Vilardebó y Riera llegaron a fabricar casi todas las condecoraciones nacionales, incluso las presidenciales. Entre ellas podemos nombrar las más conocidas condecoraciones: la Orden Nacional de Mérito Carlos Manuel de Céspedes y Mariana Grajales, la Orden Lanusa y la Orden del Mérito Militar y Orden del Mérito Naval y policiales, en total una ventena de órdenes y medallas.

En esta lista también se incluyen las condecoraciones extranjeras, por la reputación que le crearon en el ámbito americano y europeo. Entre ellas la de Isabel La Católica (España), el Águila Azteca (México) y las nacionales de Orden de Trujillo (República Dominicana) y Orden de Jean Jacques Dessalines ( Haití). La sofisticación alcanzada por Vilardebó y Riera, dueño y socio respectivamente (sus nombres representan la marca o punzón del taller en el reverso de las piezas) se sustentaba en la fabricación por secciones y la mezcla de metal (oro y plata) y cristales (esmaltes). Este método complejizaba el trabajo, debido al grado de detalle logrado en las imágenes y al grabado del metal, al punto de ser estas piezas admiradas hoy como obras de arte.

La Casa Vilardebó y Riera no sólo se dedicó a los contratos gubernamentales, sino que también fabricaron pines (broches), placas conmemorativas y joyería de alta calidad, que contemplaba trabajos en piedras y metales. La cantidad de pedidos y producción aumentaba, y en 1926 la casa trasladó sus talleres a la calle Dragones, No 53; donde contaban con mejores condiciones y amplitud.

Cambio de nombre

Francisco Vilardebó falleció en 1934. Tres años después, en 1937, su fiel socio y empleado Emilio Riera asumió para la firma un nuevo nombre, el de Antigua Vilardebó y Riera, manteniendo su renombre internacional.

La firma en esta época continuó ampliando su mercado, hacia el sur de la Florida y América del Sur.

Para la década de 1950, "Antigua Vilardebó y Riera" se había convertido en la casa de orfebrería preferida por la Presidencia de Cuba, y recibió incluso el pedido del collar de la Orden Nacional de Mérito Carlos Manuel de Céspedes, instituida por Fulgencio Batista, pieza única que se traspasarían los presidentes de la República. De esta alhaja se desconoce su destino, pero conocemos que consta de un collarín finamente elaborado en oro con gran minuciosidad; sus motivos, el laurel y el olivo, sustentan la joya en forma de estrella con rayos de sol y la imagen del Padre de la Patria en su centro.

Fin de la casa

Tras la revolución de 1959 sobrevinieron tiempos malos para la empresa privada en Cuba.

La casa Antigua Vilardebó y Riera fabricó su última pieza, la Orden Ciro Redondo en la década de 1960, la cual fue otorgada por el comandante Ernesto Che Guevara a los guerrilleros de la Columna No 8, quienes iniciaron la invasión junto a él desde la zona Las Mercedes, en la Sierra Maestra. La sencillez de esta condecoración contrasta con la fastuosidad de lo hecho hasta el momento por la Gran Casa de Orfebrería fundada por el catalán. La austeridad de la pieza se corresponde con el momento de Revolución, pues es redonda, consta con la imagen del mártir y su nombre; un broche remata el borde superior.

Poco después, la firma sería nacionalizada, como el resto de la industria privada del país. Desde entonces las condecoraciones cubanas no tendrían más la belleza y calidad de los ejemplares fabricados por la casa Vilardebó y Riera. A partir de ese momento las condecoraciones cubanas serán de pésimo diseño, confección industrial y materiales baratos, reflejando la dejadez y poco interés del nuevo gobierno revolucionario por este tipo de estímulo.

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